El martes 3 de octubre de 2017 se publicó en el Boletín Oficial la ley 27.380. Esa norma declaró oficialmente a Bahía Blanca “capital nacional del básquet”. Las recientes hazañas de Emanuel Ginóbili, Juan Ignacio Pepe Sánchez y Alejandro Montecchia como pilares de La Generación Dorada le hacían justicia a esa ciudad del suroeste bonaerense. Sin embargo, mucho antes, el 3 de julio de 1971, Bahía Blanca ya había demostrado que era la capital mundial de ese deporte. Ese día, el seleccionado local le ganó nada más y nada menos que a Yugoslavia, que apenas doce meses antes había ganado el título del mundo.
Todavía no habían nacido Manu, Pepe y el Puma cuando en Bahía Blanca los aplausos se los llevaban Alberto Pedro Cabrera -un fenómeno sin tiempo-, el necochense José Ignacio De Lizaso y Atilio Fruet. Beto, de excelente manejo de la pelota, inteligencia para diseñar jugadas y muy buena puntería, era referente de Estudiantes. Polo era un luchador que no daba un rebote por perdido y también aportaba puntos con la camiseta de Olimpo. Y Lito quedó en el recuerdo como un líder que hacía gala de su personalidad ganadora en el mismo equipo de De Lizaso. Los tres fueron los antecesores directos de Ginóbili, Sánchez y Montecchia.
Muy lejos de Bahía. A unos 12 mil kilómetros, Yugoslavia dominaba el básquet en el contexto internacional. Subcampeón en el Mundial de 1967 en Uruguay, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de México en 1968 y segundo en el certamen europeo del 69, le faltaba solo subirse al primer escalón del podio. Bueno, en realidad, no le faltaba, ya que con una formidable actuación del pivote Kresimir Cosic se alzó con el título mundial en el certamen desarrollado en 1970 justamente ese país balcánico.

Atilio Fruet, Alberto Pedro Cabrera y José De Lizaso, próceres del básquet bahiense.
FUENTE DIARIO LA PRENSA
Meses después de esa consagración en la que relegó a



